
En las conversaciones que compartimos, las personas nos dicen que muchas veces les resulta difícil “Pedir” Que es algo que no tienen incorporado en su modo de vivir.
Nos cuentan también el grado de insatisfacción que eso les provoca.
Pareciera que el pedir, delegar, generar conversaciones para que la “sinergia, sincronía y balance” funcionen fluidamente es algo para trabajar en sí mismo.
Si te preguntara si sabes pedir… ¿qué me dirías?
Trabajemos con algunos ejemplos en las barreras del pedir:
Puede ocurrir que:
- Pensemos… que con mostrar una cara de enojo alcanza para que otro se de cuenta de nuestro pedido.
- Que solo expresándonos con medias palabras nos van a entender.
- Que diciendo por ejemplo: “ah… qué lindo sería irnos de vacaciones… o ir al cine… etc, etc.” quien nos escuche entienda lo que estamos pidiendo
- Que con solo decir, los otros nos deben entender….
Y es así como llegamos a etapas de enojo, resentimiento o cualquier otra emoción negativa, fuerte o abrumadora que nos contacta con historias de nuestro pasado, e impide que vivamos armoniosamente nuestro tiempo presente.
El no saber pedir nos genera indecisión e inacción.
Cuenta una historia que en altas horas de la madrugada, un señor estaba conduciendo su auto por una carretera muy alejada y de pronto éste dejó de funcionar. Como su celular no tenía señal, no podía llamar al servicio de grúa.
Sí cabía la posibilidad de acercarse a una casa lejana, donde pedir ayuda. En el mientras tanto su conversación interna le decía sobre la hora avanzada para ese “pedir” ya que era muy noche. … En principio se dispuso como primer impulso el ir al lugar en busca de ayuda… y en el mientras tanto… sus voces internas le decían…
“Y… tal vez no haya nadie…” “¿Y si no quieren atenderte?” “No… es muy tarde, no es hora de molestar…”
Y es así, que casi al llegar a la casa, dio media vuelta y enojado se dirigió nuevamente a su coche… a esperar el día…
Este es solo un ejemplo de lo que muchas veces hace que no pidamos lo que estamos queriendo…
Un cuento para compartir…
La ballena Lola era grande, muy grande, y solitaria, muy solitaria. Hacía años que no quería saber nada de nadie, y cada vez se le notaba más tristona. En cuanto alguno trataba de acercarse y animarla, Lola le daba la espalda.
Muchos pensaban que era la ballena más desagradable del mundo y dejaron de hacerle caso, a pesar de que la vieja Turga, una tortuga marina de más de cien años, contaba que siempre fue una ballena buena y bondadosa. Un día, Dido, un joven delfín, escuchó aquella historia, y decidió seguir a Lola secretamente.
La descubrió golpeándose la boca contra las rocas, arriesgándose frente a las grandes olas en la costa y comiendo arena en el fondo del mar. Nadie lo sabía, pero Lola tenía un mal aliento terrible porque un pez había quedado atrapado en su boca, y esto la avergonzaba tanto que no se atrevía a hablar con nadie.
Cuando Dido se dio cuenta de aquello, le ofreció ayuda, pero Lola no quería apestarle con su mal aliento ni que nadie se enterara.
-No quiero que piensen que tengo mal aliento -decía Lola.
- ¿Por eso llevas apartada de todos tanto tiempo? -respondió Dido, sin poder creerlo.- Pues ahora no piensan que tengas mal aliento; ahora piensan que eres desagradable, aburrida y desagradecida, y que odias a todos. ¿Crees que es mejor así?
Entonces Lola comprendió que su orgullo, su exagerada timidez, y el no dejarse ayudar, le había creado un problema todavía mayor. Arrepentida, pidió ayuda a Dido para deshacerse de los restos del pez, y volvió a hablar con todos. Pero tuvo que hacer un gran esfuerzo para ser aceptada de nuevo por sus amigos, y decidió que nunca más dejaría de pedir ayuda si de verdad necesitaba, por muy mal que estuviese.
Autor: Pedro Pablo Sacristán
Para reflexionar:
¿De qué manera haces los pedidos? ¿Eres claro o lo dices de modo impreciso?
¿Qué sientes cuando pides? ¿Hay alguna sensación de miedo, inseguridad o puedes hacerlo libremente?
¿A qué no estás dispuesto a enfrentarte cuando te dicen un “NO”
¿En qué dominios puedes pedir?
¿En cuáles no?
Gracias por leernos!
Escribe María Gámez